— Helmes tenía razón —dijo Ryke casi en un susurro—, estamos atrapados aquí. De un modo u otro nos van a retener. —Se incorporó con un brinco que asustó a Jennifer—. Pero es a mí a quien necesitan, debéis marcharos.
— ¿Has bebido vino y no me has avisado? —Danny se había erguido en el sillón y le miraba con el ceño fruncido.
— Lo digo enserio —le espetó Ryke—. Ellos no os quieren a vosotros, no os necesitan. Deberías marcharos esta noche.
Parecía que Jennifer iba a replicar cuando Danny volvió a interrumpir:
— A Burgos regreso contigo, o no regreso—dijo con una seriedad que Ryke no había visto jamás en su amigo—. Además, ya oíste lo que dijo Belmmael, si nos ven por ahí fuera desprotegidos nos secuestrarían para hacerte chantaje. Has visto muchas películas, Ryke, ya sabes cómo funciona todo eso.
Algo le decía que con Danny tenía la batalla perdida, pero miró a las dos chicas con la misma sugerencia brillando en los ojos. Jessica negó con la cabeza, tan decidida como seria. Jennifer tenía los ojos anegados en lágrimas y también negó con la cabeza mientras contenía el llanto.
— Tengo miedo de estar aquí —sollozó—. Pero más miedo tendría de dejarte aquí solo.
Aquello fue la gota que colmaba el vaso. Ryke se acercó a ella y la rodeó entre sus brazos.