lunes, 15 de julio de 2013

Ingenuidad

—    ¿A dónde se fue? —volvió a preguntar el muchacho sin hacer mucho caso a la disculpa—. ¿A dónde se fue Helena?
—    Belmmael habló con ella… —le respondió Ifil, titubeante—. Le encomendó una misión, pero ignoramos cual.
—    ¿Volverá?
Los dos vampiros se intercambiaron miradas.
—    Yo creo que si —le dijo Ifil sin mucho entusiasmo.
Al muchacho no le gustaba como sonaba aquello. Miró a Helmes buscando su respuesta, pero no la encontró.
—    Deberíamos continuar la marcha —apremió este mientras se incorporaba.
—    Hay que pagar —recordó Jennifer.
—    Por supuesto —reconoció Helmes mirando a Ifil.
—    ¿Estás seguro? —le preguntó la vampiresa.
—    Por supuesto, deberías.
—    ¿Y el pacto?
—    Sospecho que ya no nos afecta —Helmes le enseñó una sonrisa.
Ifil se la devolvió.
—    Entonces id saliendo.
Ryke sintió un estremecimiento; Jennifer, por el contrario, se mostró impasible y el chico envidió su ingenuidad.

«En su mundo todavía hay color», comprendió.

sábado, 13 de julio de 2013

En la ciudad dormida

Ya era tarde, y la ciudad dormía. Algún coche deambulaba por la carretera montando escandalo con la música a todo volumen, y algún borracho caminaba por la acera como si fuera un campo de minas. Se toparon con varios grupos de jóvenes que volvían sus cabezas para mirar a Helmes y a Ifil. No era de extrañar: resaltaba a la vista que no eran normales. Tenían una forma de andar rígida y elegante. Sus miradas eran propias de depredadores y no mostraban vacilación alguna. Sus pasos eran seguros, y sus movimientos firmes. Sus ojos reflejaban las luces de las farolas como espejos apantallados de diferentes colores. Sus pálidos y perfectos rostros podrían, como mínimo, producir respeto; probablemente hasta terror en algunas personas. Desprendían seguridad en sí mismos, y hacían que Ryke se sintiera seguro al estar con ellos. No obstante, no bajaba la guardia, pues había visto a Belmmael morir, y cuando ves una persona tan poderosa ser derrotada, te das cuenta que no existe nadie inmortal. La muerte no discrimina.

viernes, 12 de julio de 2013

Quisiera...

Lo se, algo funciona mal; algo en mi funciona mal. Quisiera, pero no podría. Ojala me resultara más fácil, pero se que no solo es por mi culpa. Debe de ser eso, debe ser lo de siempre. Lo que nunca me dejó sigue dentro de mi, impidiéndome seguir adelante. ¿Será verdad? Siéntete orgullosa, aun superándolo, de alguna manera sigues en mi interior como una espina clavada en el corazón, impidiendo que este le pueda pertenecer a otra persona. Gracias.

jueves, 11 de julio de 2013

Adversidades

“Se marchó lejos, muy lejos, y jamás regresará. ¿Cómo cargar con la muerte de aquellos que dieron su vida por protegerte? Intentas seguir adelante, aun sabiendo que no puedes evitar lo inevitable. Sabes que solo es el primero de muchos, lo sabes porque ya lo has vivido. Sientes el deseo de venganza acumularse en tus entrañas, un deseo que se verá frustrado ante las evidentes adversidades del camino. Es entonces cuando te preguntas: ¿Por qué debería luchar?, y una voz en tu cabeza te responde: Por los que aún están vivos”

-Memorias de Sangre y Acero: Vientos Helados.

jueves, 4 de julio de 2013

Los peores temores

Al día siguiente, lo peores temores de Ryke se hicieron realidad:
—    Me voy —le dijo Helena.
El muchacho sintió hormigueos y casi le entró un ataque de pánico. Sus síntomas febriles no habían remitido, y su cuerpo parecía desaparecer poco a poco según pasaba el tiempo.
—    ¿A dónde vas? —logró preguntar sin trabarse la lengua.
—    He de hacer algunas cosas antes de que todo esto acabe —le respondió ella mientras le acariciaba la mano—. No puedo darte más detalles, lo siento.
El pánico le invadió.
—    No, por favor, no me dejes solo —trató de agarrarla fuerte de las manos, pero la fuerza se le escapaba por los poros.
—    Lo siento, de verdad. —El semblante de Helena era triste y nada alentador. Ryke trató de incorporarse, pero solo consiguió erguirse un poco antes de desplomarse de nuevo en la cama. La vampiresa puso sus manos en el rostro congestionado por el terror del muchacho—. Espero que algún día lo entiendas.
—    He de entender muchas cosas, y no me va a dar tiempo. —Ryke hizo un esfuerzo por alzar la voz, pero fue en vano—. No te vayas…
Contra toda súplica, Helena apartó sus manos del rostro de Ryke con una caricia fría y se marchó sin ni siquiera dedicarle una última mirada. El muchacho no quiso aceptarlo, y se levantó tan bruscamente que sintió unas fuertes punzadas en sus articulaciones. Cayó al suelo y se dio de cabeza contra el sillón donde Helena estaba sentada. El mundo de Ryke se oscureció, y el silencio se adueñó de su vida. Sintió que su corazón se convertía en un pozo oscuro y profundo, tan vacío como su alma.
«Se ha ido», se repetía en su mente. Sabía que no volvería a verla, y eso le atravesaba como si le clavaran un puñal al rojo vivo. Se quedó tendido en el suelo, renunciando a seguir luchando, a insistir, a vivir. ¿A quién quería engañar? ¿Cuándo pudo pensar que aquella locura de misión podría tener un final feliz? Belmmael se equivocaba; y ahora todos habían muerto.