— Cuando era pequeña… —comenzó a decir la chica
clavando sus ojos caramelizados en los de Ryke—, mi abuela decía que la lluvia
son las lágrimas que no derramamos cuando lo necesitamos. Cuando la lluvia está
acompañada de tormenta, son los llantos de rabia que contenemos. Siempre me
decía que para ver el sol tenía que llorar siempre que hiciera falta.
— ¿Y qué pasa cuanto contienes lágrimas de
felicidad? —quiso saber el chico.
— ¿Por qué ibas a contenerlas? —Jennifer le miró
con una sonrisa triste, pero no por ello la hacía menos bella. La curvatura de
sus labios al sonreír embellecía su rostro aun con ojos apesadumbrados—. Cuando
me abuela murió— prosiguió contando—, lloré hasta quedarme sin lágrimas.
Hizo una pausa y Ryke la miró con más curiosidad.
La chica dejó que una lágrima se deslizara con sus mejillas.
— Llovió durante tres días seguidos —comentó—.
Desde entonces solo lloro cuando no puedo evitarlo.