jueves, 16 de enero de 2014

Herida de muerte.

Helmes se la quedó mirando. No era una mirada neutra, carente de afecto o asustada. Su mirada transmitía todo lo que significaba Ifil para él. Todas sus sonrisas, sus gestos y caricias. Sobre el brillo de su pupila se reflejaba cada instante vivido con ella, cada mirada y cada sentimiento. Sus ojos brillaron descomunalmente y se le dilataron las pupilas mientras la curvatura de sus labios se acentuaba.
—    Si pudieras llorar…¿estarías llorando? —le preguntó a la vampiresa extendiéndole la mano.
—    Si tuviera corazón —ella le cogió la mano de buena gana—, estaría destrozado…


Memorias de sangre y acero: Vientos Helados.
Capítulo 20.
Tempestad.