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“Y el pajarillo voló, voló y voló directo
hacia el cielo. Voló tan alto que la proximidad del sol le quemó las alas y no
pudo continuar el vuelo. El pajarillo cayó, cayó y cayó hasta estrellarse en la
jaula de la que escapaba. La jaula que contenía todas aquellas cosas que más
molesta a un espíritu libre. La jaula maldecida con el nefasto olor de la
desesperanza. Es la jaula donde las almas chocan contra las paredes, rebotan y
rebotan hasta que se consumen bajo el oscuro velo de la angustia. No hay salida,
tan solo un pequeño agujero de luz que recuerda al prisionero el color de la
libertad. Le recuerda que jamás volverá a respirar el aire puro y que el pozo
donde yace, se convertirá en su tumba. La tumba donde morará en su infinita
eternidad”.
~Linna Bonnefoy. "Melodía de Acero"