sábado, 30 de junio de 2012

El bosque fronterizo



   El reino de Valderán era un reino que prosperaba en paz. Pero como sucede en todos los reinos, estos se vulneran cuando el rey agoniza sus últimos días. El príncipe heredero del trono fue a una partida de caza al bosque fronterizo. Alli, algo hizo que se extraviara de sus guardias y se perdió en la espesura del bosque. Conoció a una joven dama, bella y hermosa. Ella decía que era una habitante del bosque y embaucó al joven príncipe. Le hechizó provocándole un falso enamoramiento hacia ella. La joven le dijo que con su poder, le podría otorgar el joven príncipe un reino invencible y una vida perfecta.
Para ello, la joven dama propuso al príncipe una cosa: Cada día él la visitaría y le traería de su reino lo que ella le pidiera.

-Deme una piedra de su fortaleza y sus muros jamás caerán-. pidió la joven dama.
   El príncipe así hizo, y al día siguiente le trajo una pequeña piedra desprendida de una leve grieta.

   Anduvieron por el bosque, disfrutando del aire puro y de la vegetación hasta que oscureció.
-Deme una gota de sus ríos y jamás sufrirán carencia de agua-. pidió de nuevo la joven dama.
   Al día siguiente, el príncipe le entregó un pequeño frasco con agua de uno de los ríos que cruzan su reino.

   Absorto por la belleza de la joven dama, el joven príncipe respiraba por ella, vivía por ella.
Una ves más, la noche se cernió sobre el día.
-Deme ceniza de sus chimeneas y jamás volverán a pasar un invierno difícil-. Continuó pidiendo la joven dama.
   El joven príncipe, entusiasmado, recogió restos de madera quemada de la chimenea de sus aposentos y se la entregó.

   Aquel día anduvieron hasta muy tarde, y bajo la mortecina luz de la luna, la joven dama besó al príncipe.
Fue entonces, cuando le pidió algo importante:
-Deme un poco de su sangre y la muerte jamás podrá llevarle.
   Sin vacilar, el joven príncipe se cortó la palma de la mano con su espada y dejó caer un par de gotas de su sangre sobre la mano de la joven dama.
-Te pediría una ultima cosa, mi joven príncipe -dijo la dama, tímida.
-Lo que usted deseé -respondió el príncipe.
   La dama, complacida, le miró a los ojos y le pidió una ultima cosa:
-Hágame su esposa y jamás volverá a sentir pesar en su corazón.

   La boda tuvo lugar dos días después y esa misma noche el rey murió, según dice, de forma natural. El joven príncipe, ahora convertido en un joven rey y su joven esposa reinaron, pero el príncipe no fue el rey que el pueblo esperaba. Seguía hechizado por ella y no atendía a sus asuntos. El pueblo pasaba hambre y enfermedades, moría.

   No obstante todo hechizo puede romperse. Una noche, la amiga de infancia del rey por la que estaba perdidamente enamorado antes de conocer a la joven dama, se presentó en sus aposentos.
Aun que el rey sabia que amaba a su reina, no evitó que la chica le besara, pues en lo mas profundo de su ser sabia que la amaba. 
Fue entonces, cuando el hechizo se rompió y el joven rey desterró a su reina bajo pena de muerte.

   Una semana después, los ríos se secaron, las murallas cedieron y no hubo fuego que combatiera el invierno. El joven rey no podía hacer nada por su pueblo, tan solo verlo morir. Cada vez que mandaba una partida de caballeros en busca de ayuda, se veían obligados a atravesar el bosque fronterizo y estos perecían en el intento.
El joven rey enloqueció y trató se suicidarse, pero no dio resultado. Estaba condenado a vivir eternamente mientras su reino desaparecía.

   Una noche, huyó al bosque en busca de aquella joven dama, en busca de su perdón; pero cuando la encontró, solo pudo hacer una cosa: Atravesó el cuerpo de la joven con su espada y el hechizo se rompió. No obstante, el rey murió en aquel bosque y nunca pudo volver a su reino, donde el agua, el fuego y la solida roca volvían a permitir la vida de sus habitantes.

   Desde aquel momento, las almas del joven rey y de la joven dama vagan por el bosque, atormentadas.
El bosque fronterizo se convirtió en un bosque donde, todo aquel que se aventuraba en él, perdía la razón; o incuso la vida.